Sartre, a 114 años de su nacimiento

Álvaro Zamora

Probablemente, el próximo 21 de junio pocos evocarán el centésimo décimo cuarto natalicio de Jean-Paul Sartre.  

La verdad, casi todos han olvidado un poco a ese pensador que, en sus mejores días, agitó el ambiente cultural parisino y provocó –diaria e inmisericordemente– a muchos filósofos, gobernantes y políticos, humanistas o científicos sociales, literatos, artistas y estudiantes. Las miradas del mundo se posaban sobre él, para alabarlo o difamarlo; sus razonamientos eran aducidos en medios diversos con incontables propósitos. 

En los sesentas, muchos universitarios veían en Sartre al gestor de una compleja visión filosófica y de una señera obra literaria.  También lo admiraban por su beligerancia contra el llamado Stablishment; aunque con tal actitud, él también se granjeaba enemigos políticos y detractores ideológicos. Paradójicamente, tuvo una multitud de fanáticos entre el vulgo y su apenas escrutable filosofía –difundida con el manoseado lacre de existencialismo– llegó a motivar prácticas absurdas e intensas versiones de estulticia popular. Por ejemplo, 

En 1964, tras rechazar el Nobel de Literatura, su figura pública parecía inmensa. Pero la fama de ese hombre incómodo, bajito, de voz chillona, mala vista y agudísima inteligencia fue diluyéndose poco a poco. Tal decadencia obedeció, seguramente, a factores diversos. Uno importante y que tiene relación directa con su filosofía remite, seguramente, al esfuerzo de Sartre para empapar su filosofía y sus acciones en las fuentes del marxismo. Los fanáticos existencialistas se sintieron traicionados y varios teóricos marxistas decidieron unir esfuerzos para contrariar tan inesperado amago teórico. La verdad es que pocos acogieron tan severa evolución del pensamiento sartreano. 

A esas razones de carácter internalista, se deben sumar otras. Por ejemplo, en Francia surgía entonces una pléyade de autores que ofrecían visiones menos complejas y quizá más atractivas que las de Sartre.  Servían para comprender con relativa facilidad ciertos fenómenos sociales o al menos para pseudo-analizarlosde-construirlosre-construirlos. Por diversas razones, Sartre no se ocupó de ellos; ni siquiera les ofreció diálogo. Lo cierto es que el mundillo de los teóricos se convertía a la posmodernidadmientras que, según los amantes de las clasificaciones simplistas (alguno muy conocido habrá pensado en nuestro medio) Sartre pasaba a la historia como el último gran moderno

Si algún lector se interesara en esos temas casi-biográficos, he de recomendarle la estupenda y extensa biografía que Annie Cohen-Solal le dedica a Sartre. Pero, si el interés haya fundamento en su obra propiamente filosófica y literaria, la recomendación nos lanza sobre el estupendo libro analítico-comprensivo de Jorge Martínez Contreras: Sartre, la filosofía del hombre. Allí se considera, de forma brillante, la obra editada en vida del filósofo. Creo que todavía merece atención académica Ontología y ética en Sartre, un texto de Marta San Mateo, publicado en Tucumán hace mucho tiempo. El mejor libro centroamericano sobre lo que suele denominarse (erróneamente) primer período sartreano es, seguramente, Sartre y los prolegómenos a la antropología, de R.Á. Herra. 

Sobre la obra póstuma de Sartre hay trabajos interesantes en idiomas diversos. En español se destacan algunos de Celia Amorós, Claudia Cordúa y Juan Manuel Aragüez.  De Annie Cohen-Solal se ha traducido y publicado el sugestivo, breve y polémico opúsculo Un renacimiento de Sartre. Conviene advertir que todos esos libros superan teórica e incluso estilísticamente a varios que fueron escritos y publicados en Francia, como es el caso de El siglo de Sartre, extenso, aunque poco gratificante trabajo de B-H Lévy, que fue vertido al español a principios de siglo.

El lector atento de estas líneas podría señalar, en este punto, la escasez de información que brindo sobre la filosofía de Sartre. Ciertamente, encuentro difícil referir, de forma breve, una filosofía tan compleja y tan variada en temas, enfoques y propuestas. Sería mejor mapear temas en el libro de Martínez ya referido. No obstante, invito a recordar que ya en 1933 sus amigos consideraban a Sartre cual promesa filosófica y literaria; aunque su afilada virtud para analizar y debatir ideas, así como su vocación crítica y la actitud provocadora no le habían aportado todavía la idea filosófica original y potente que buscaba.

Tal idea le llegó como un regalo de Raymond Aron, en cierto bar de Montparnasse. Provenía de la fenomenología inspirada por Brentano y elaborada por Husserl. A Sartre le permitiría filosofar a partir de la existencia, o, si se prefiere, a partir una cerveza, de un guijarro, de una pasión o del dolor de muelas. 

Más allá de la famosa pero quizá desacertada conferencia conocida como El existencialismo es un humanismo, conviene entender el primer período sartreano cual expresión de un complejo enmarque fenomenológico. Acaso sería necesaria una mención de otras fuentes: Descartes, los grandes empiristas ingleses, Kant y Hegel, Jaspers, Heidegger, Freud. La propuesta fenomenológica sartreana se insinua en el  Bosquejo de una teoría fenomenológica de las emocionesy se desarrolla en ensayos como Lo imaginarioLa trascendencia del EgoEl ser y la Nada. Gran parte de la literatura sartreana (cuento, novela, teatro y ensayo) está definida por sus propuestas filosóficas de esa época. 

Pero Sartre (fiel a una condición filosófica que nos remite hasta los grandes pensadores griegos) pensaba siempre contra sí mismo. Tras cuidadosos análisis, se aventuró en el marxismo, mas sin renunciar del todo a sus convicciones anteriores. El método adoptado entonces se ilustra en el prólogo de El idiota de la familia, donde instrumentalizaplanteamientos de Cuestiones de métodoque podrían referirse aquí brevemente con esta sentencia: es cierto que Paul Valéry es un pequeño burgués; pero no todo pequeño burgués es Paul Valéry. Acaso la frase merezca atención profunda, pues remite a uno de los tópicos más controversiales de la antropología filosófica: la dialéctica libertad-determinación. 

A pocos días del natalicio de Sartre, tramito la publicación de dos obras que transitan por tal encrucijada teórica. Una está dedicada a la ética sartreana, tan propositiva y, a la vez problemática, inconclusa y, dicho con una expresión nautica, dispuesta al pairoen aguas del mundo actual. La otra es una colección de ensayos sobre la metapsicología sartreana. 

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